viernes, 27 de mayo de 2011

Reflexión para la Pascua

JOSEP CORNELLÀ I CANALS, cornella@comg.cat
GIRONA

Tarde del Viernes Santo. La lluvia iba a impedir que saliera a la calle la procesión del Santo Entierro. Paseando por las estrechas calles del casco antiguo de mi ciudad, para evitar mojarme, me refugié en la iglesia de San Félix. Bajo la penumbra de las ojivas góticas, destacaba la imagen cérea del Cristo de la Pasión y Muerte. Su talla, de tamaño natural, centraba las miradas de los escasos fieles que habíamos entrado al templo. La llama de los hachones dejaba entrever aquel rostro de expresión dulce, ojos cerrados, y boca entreabierta. “E inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30).
Más allá, en el altar del patrón e la ciudad, estaba el sagrario. Vacío y con la puerta abierta. Se habían apagado ya las luces que, por unas horas, habían convertido aquel lugar en “monumento” (del latín “monumentum”, sepulcro).
Entonces releí el texto de la resurrección en el Evangelio de Marcos. “Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí…. Irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis como os dijo” (Mc 16, 6 – 7). Y cuando María Magdalena intenta retenerle y le abraza los pies, Jesús es contundente: “Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre” (Jn 20,17).

miércoles, 4 de mayo de 2011

Dios amigo compañero


DIOS AMIGO COMPAÑERO

Tú, mi Dios, Señor y Amigo,
Compañero de destino,
es bueno sentirte cerca,
cuando la noche se acerca
y se oscurece el camino.