"La mies es mucha y los obreros pocos".
La cita aparece en tanto en Lucas como en Mateo, en este caso
en idénticos términos, como copiada el uno por el otro.
No está de más señalar que si hay dos evangelios verdaderamente sinópticos, éstos son Lucas y Mateo.
No está de más señalar que si hay dos evangelios verdaderamente sinópticos, éstos son Lucas y Mateo.
“La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que
envíe obreros a su mies” (Lc. 10, 2, idéntico a Mt. 9, 37-38).
Es frase harto empleado para explicar una realidad que cada vez estamos en
peor situación de entender en España, declarada campeona mundial del paro, a
saber que el trabajo es mucho y faltan los obreros.
Personalmente me llama la atención en esta frase la utilización de una
palabra, “mies” cuya utilización en el lenguaje cotidiano, al menos en las
ciudades, puede que en el campo no, ha quedado reducida al adagio en cuestión,
y no la utilizamos en ningún otro contexto: “mies”, palabra proveniente del
latín “messis” que define la Real Academia de la Lengua de la
siguiente manera:
- f. Cereal de cuya semilla se hace el pan.
- f. Tiempo de la siega y cosecha de granos. Donde la segunda acepción es la que interesa al pasaje en cuestión. Pero es que si seguimos avanzando por las diferentes acepciones de la palabra, nos encontramos con interesantes sorpresas, porque la tercera es precisamente ésta:
- f. Muchedumbre de gentes convertidas a la fe cristiana, o prontas a su conversión.
"Cargar con su cruz".
Y bien, ya que de las cruces con las que cargamos los españoles hablamos,
vamos precisamente con esta expresión no menos evangélica, “cargar con
su cruz”, frase absolutamente coloquial en el lenguaje, donde se refiere a
la dificultad de sobrellevar cada uno y cada día la carga y los trabajos
cotidianos.
Aparece muchas veces en el Evangelio. Así en Lucas:
“El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío” (Lc. 14, 27).
Con una parecida versión recogida por Mateo.
“El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que
encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Mt. 10, 38-39).
La alusión se repite en otro episodio evangélico, que dejamos relatarnos
esta vez a Marcos, con quien contamos poco en esta sección:
“Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc. 8, 34,
idéntico en Mt. 16, 24 y Lc. 9, 23).
No deja de llamar la atención que Jesús mencione en tantas
ocasiones la carga de una cruz que aún no había padecido, lo que por lo
menos demuestra que era un suplicio muy familiar a los judíos
contemporáneos de Jesús, algo que efectivamente nos confirma
la atenta lectura del historiador de la época Flavio Josefo.
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