Si Lázaro resucitó,
necesitó de nuevo comer, y dormir, volvió a enfermar de gripe y de disentería,
siguió envejeciendo y volvió a morir. Resucitar es que un muerto “vuelve a la
vida”. VUELVE, regresa, para atrás, a estar vivo como antes. Es una faena
-tener que morir dos veces-, pero al menos para sus hermanas habría sido una
alegría: “lo volvemos a tener con nosotros”.
Pero Jesús no vuelve a la vida, no vuelve
atrás, no vuelve a ser mortal. Jesús resucitado no es un muerto que ha
recobrado su vida anterior, sino un muerto que muestra la vida después de la
muerte, la Vida,
la definitiva.
Una vez más, interpretar la resurrección
reduciéndola al hecho físico de que un muerto se levante supone un
empobrecimiento que solamente significa el alarde de poder de la divinidad.