lunes, 16 de abril de 2012

Parábola de la Resurrección


Si Lázaro resucitó, necesitó de nuevo comer, y dormir, volvió a enfermar de gripe y de disentería, siguió envejeciendo y volvió a morir. Resucitar es que un muerto “vuelve a la vida”. VUELVE, regresa, para atrás, a estar vivo como antes. Es una faena -tener que morir dos veces-, pero al menos para sus hermanas habría sido una alegría: “lo volvemos a tener con nosotros”.
Pero Jesús no vuelve a la vida, no vuelve atrás, no vuelve a ser mortal. Jesús resucitado no es un muerto que ha recobrado su vida anterior, sino un muerto que muestra la vida después de la muerte, la Vida, la definitiva.
Una vez más, interpretar la resurrección reduciéndola al hecho físico de que un muerto se levante supone un empobrecimiento que solamente significa el alarde de poder de la divinidad.
Y es mucho más que eso. Una vez más, significa que Dios estaba con el crucificado y que la muerte no tiene ningún poder definitivo, ni sobre Jesús ni sobre nosotros.“Lo volvemos a tener con nosotros” no es una buena fórmula.
Porque si vuelve a la vida, vuelve a ser mortal y otra vez nos dejará solos. “Está con nosotros” es una fórmula mucho más significativa. No está con nosotros su cuerpo mortal, sus pies, sus huesos, sino su espíritu, su aliento, su viento de Dios.
Jesús, humano caminante hacia la Vida impulsado por el Viento de Dios, está en la Vida, el Viento le ha hecho atravesar el oscuro trance de la muerte. El primogénito ha llegado a casa y muestra a todos la realidad última de la muerte y de la vida.
Jesús resucitado muestra que la persona humana es más que un cuerpo mortal, que la vida es el espíritu, que la carne no es lo definitivo.
Algunas veces decimos que creemos en el resucitado, como si una explosión de luz omnipotente nos hubiera convencido de su divinidad. Sería mejor decir que nosotros estamos caminando hacia LA VIDA, Jesús ya está en LA VIDA. Que nosotros medio-vivimos, y Jesús es el VIVIENTE. La palabra “resucitar” es ambigua. Nos presenta la tentación de entenderla como un regreso a la mortalidad por un alarde del poder de Dios. Pero significa una fe en la trascendencia de la vida, realizada en Jesús y esperada para todos. Y significa ante todo una profesión de fe en el crucificado. “Creo en Jesús resucitado” es sinónimo perfecto de “Dios estaba con él”. 
P. José Enrique Ruiz de  Galarreta   . S.J. Jesuítas de Loyola.

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