He seleccionado hoy tres de esos dichos, aunque no excluyo nuevas
entregas en futuros artículos si a Vds. les gusta el tema, como tampoco excluyo
que al final se me escape alguno incluso más curioso o llamativo que los que yo
vaya seleccionando, por lo que acepto gustoso las propuestas que puedan
Vds. realizar.
Ahí van, pues, los primeros:
“Nadie es profeta en su tierra”.
Se utiliza para expresar que es muy difícil convencer a los más cercanos,
que es más fácil hallar eco entre los desconocidos que entre los más allegados.
La frase es, efectivamente, de Jesús. La recogen los tres
evangelistas sinópticos, si bien el que mejor lo hace es a nuestro entender Lucas.
“Vino a Nazará, donde se había criado, entró, según su costumbre, en la
sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el
volumen del profeta Isaías, desenrolló el volumen y halló el pasaje donde
estaba escrito:
‘El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los
pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y
la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año
de gracia del Señor’.
Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga
todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura
que acabáis de oír se ha cumplido hoy.» Y todos daban testimonio de él y
estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y
decían: ‘¿Acaso no es éste el hijo de José?’ Él les dijo: ‘Seguramente me vais
a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha
sucedido en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu patria’. Y añadió:‘En verdad
os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria’” (Lc. 4, 16-24)
“Al césar lo que es del césar y a
Dios lo que es de Dios”.
Amén de ser un pasaje evangélico muy importante y haber constituído la base
evangélica de la separación Iglesia-Estado que constituye uno de los pilares
sobre los que se asienta la teoría democrática del poder, y que hoy vemos tan
claramente contrapuesta a otras teorías del poder como las que prevalecen en
muchos países musulmanes, se utiliza cotidianamente para expresar que, al
analizar una cuestión, no hay que mezclar el plano religioso con planos más
prosaicos de la misma, e incluso, por extensión, para expresar que no se deben
mezclar enfoques de una misma cuestión que son manifiestamente separables y
diferentes, religiosos o no.
El contexto evangélico en el que se produce la frase es muy elocuente. Los
judíos, particularmente saduceos, fariseos y celotes, han decidido ya que Jesús debe
morir, y buscan la manera de eliminarlo, poniéndole entre otras cosas, trampas
dialécticas que sirvan para ganarle la animadversión popular o para llevarle
ante el sanedrín. Una de esas trampas es la llamada “trampa saducea” de
la que hablaremos algún día. Otra es la que le ponen los que el Evangelio presenta
como fariseos, pero que bien podrían ser fariseos muy cercanos a la resistencia
armada contra Roma que propugnaban los celotes. Nos lo cuentaMateo esta
vez.
“Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de
sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los
herodianos, a decirle: ‘Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino
de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la
condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo
al César o no?’ Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: ‘Hipócritas, ¿por qué
me tentáis? Mostradme la moneda del tributo’. Ellos le presentaron un denario. Y
les dice: ‘¿De quién es esta imagen y la inscripción?’ Dícenle: ‘Del César’.
Entonces les dice: ‘Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de
Dios a Dios’. Al oír esto, quedaron maravillados, y dejándole, se
fueron”. (Mt. 22, 10-15)
“Es más fácil pasar un camello por el
ojo de una aguja”.
Se utiliza para expresar la dificultad de algo. Jesús se
valió de la expresión para aplicarla a los ricos y lo abrupto que
se presentaba su entrada en el reino de los cielos, bien que
expresando después que “para Dios nada es imposible”, ni siquiera
algo “tan difícil”, quitando así algo de hierro a la más que rotunda y
apocalíptica afirmación.
El episodio lo recogen los tres Sinópticos, así Marcos (ver
Mc. 10, 23-25), así Lucas(ver Lc. 18, 24-26), si bien nosotros nos
quedamos con la versión que del mismo nos da Mateo:
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ‘Yo os aseguro que un rico
difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más
fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico
entre en el Reino de los Cielos’. Al oír esto, los discípulos, llenos de
asombro, decían: ‘Entonces, ¿quién se podrá salvar?’ Jesús, mirándolos
fijamente, dijo: ‘Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es
posible’”. (Mt. 19, 23-26).
Una expresión que, por cierto, podría tener una curiosidad añadida, cual es
la de una posible transcripción incorrecta por parte de la tradición, o
incluso una mala traducción por parte del autor de la Vulgata, San
Jerónimo, consistente en traducir “camello” (del griego “kamelos”)
donde debería haber traducido “soga” (del griego “kamilos”), dando
así a la metáfora una fuerza inesperada. Eso sí, en detrimento de la
trascripción correcta y más lógica de la misma, según la cual, lo que Jesús realmente
habría dicho es que es más difícil hacer pasar una soga (y no un hilo) por el
ojo de una aguja, que a un rico por la puerta del cielo.
Por cierto que según otra versión para explicar la extraña metáfora, la aguja sería en realidad como se conocería a una de las puertas de la muralla de Jerusalén famosa por sus reducidas dimensiones, de donde la dificultad de hacer pasar por ella a un camello con su ampulosa carga.
Como quiera que sea, ahí se halla la metáfora, presente en todos los idiomas, la cual compara la dificultad de una cosa a hacer pasar a un camello por el ojo de un aguja.
Por cierto que según otra versión para explicar la extraña metáfora, la aguja sería en realidad como se conocería a una de las puertas de la muralla de Jerusalén famosa por sus reducidas dimensiones, de donde la dificultad de hacer pasar por ella a un camello con su ampulosa carga.
Como quiera que sea, ahí se halla la metáfora, presente en todos los idiomas, la cual compara la dificultad de una cosa a hacer pasar a un camello por el ojo de un aguja.
(Artículo tomado de: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=27456&mes=&ano=)
Otros artículos del autor relacionados con el tema:
- De los perros en los Evangelios.
- Del orden cronológico de las epístolas paulinas.
- De las cartas de San Pablo y su orden en el canon cristiano.
- Del nombre que recibían los cristianos antes de ser conocidos como “cristianos".
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