Hermenéutica de Tobías, Judit y Ester.
La
característica literaria de estos tres libros es que son relatos midráshicos,
es decir, escritos didácticos que describen una determinada situación
histórica. Sin embargo, estos tres libros fueron además idealizados al
añadírseles además personajes y relatos aptos para poder mostrar su enseñanza y
su doctrina. Son obras maestras del arte narrativo hebreo; de ahí que se les
conozca como libros didácticos o hagiográficos.
En la
Biblia católica estos tres libros pertenecen a los deuterocanónicos, que son
textos y pasajes del Antiguo Testamento que no están incluidos en el Tanaj
judío-hebreo-arameo, o sea, en el conjunto de los 24 libros de la Biblia
hebrea, pero que sí se incluyen en la Biblia griega de los LXX, la llamada
Septuaginta, datada entre los años 280 y 30 a.C. Esto textos fueron utilizados
también por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega.
Desde
una perspectiva estrictamente histórica, los deuterocanónicos han estado
presentes en las Biblias de todas las facciones cristianas anteriores a la
reforma protestante del siglo XVI, así como en las versiones bíblicas
protestantes anteriores a 1826. Aunque en la actualidad la mayoría de iglesias
protestantes no aceptan los libros de Tobías, Judith y Esther por no estar incluidos
en el Tanaj judío, sí son aceptados en las Biblias luteranas, anabaptistas,
anglicanas y espicopalianas, así como en las cristianas ortodoxas y en las
católicas romanas.
Muchos
de los nombres presentes en los tres libros mencionados son desconocidos e
ilocalizables geográficamente, a pesar de las aparentes precisiones
topográficas de las narraciones. Estas sorprendentes libertades sólo se
explican suponiendo que los autores quisieran escribir algo que no fuera una
obra histórica, sino que transmitan un mensaje. Lo importante, entonces, es
determinar la intención de cada libro y deducir de él la enseñanza que
contiene.
Los
libros y la historia.
Los
turbulentos siglos posteriores al exilio judío fueron el marco de los tres
libros: Tobías, Judith y Esther. Si bien estos libros se ubican entre los
libros históricos, estos trabajos son mejor clasificados como libros religiosos
e históricos. Después de algunos hallazgos, como en el caso de las cuevas de
Qumrán, estos tres libros han sido datados del siguiente modo: Tobías Fue
escrito alrededor del año 200 a.C. Judith Escrito entre los años 150 al 100
a.C. Esther Fechada su escritura entre los siglos V y II a.C. (del 500 al 200
a.C.).
Son
libros que nos narran historias acerca de personajes ficticios que se ubican en
el contexto de los verdaderos hechos históricos, y que nos ayudan a comprender
el pasado por medio de los ojos, mentes y hechos de sus protagonistas,
enfatizando las cuestiones sobrenaturales y los mensajes espirituales.
Estos
libros también reflejan una eternidad que deriva de la práctica de los autores,
que unen una época con otra.
Por
ejemplo, en el libro de Esther se cree que el héroe Mardoqueo fue deportado a
Babilonia en el año 597 a.C. y, sin embargo, aún seguía vivo durante el reinado
de Jerjes de Persia en el 464 a.C. En el libro de Judith se cree que
Nabucodonosor fue rey de Asiria y quien emprendió la guerra en Judá después de
su regreso del exilio, cuando en realidad Nabucodonosor fue rey de Babilonia.
Esta eternidad y muchas otras características de estos libros señalan que la
intención de los autores era la de trascender la historia, no la de crear
documentos ilustrados.
A
continuación se describe la hermenéutica de cada uno de los tres libros, o sea,
la explicación o interpretación de cada uno de los textos de dichos libros.
Este
libro corresponde a un original semítico que se ha perdido, aún cuando en
Qumrán se descubrieron a mediados del siglo XX los restos de cuatro manuscritos
arameos y uno hebreo sobre Tobías.
El autor
escribió el libro para los judíos que luchaban con el tema de la adaptación a
las costumbres griegas del mundo que les rodeaba. Es una historia fascinante
acerca del exilio de un judío, fiel cumplidor de la ley, cuyo nombre era Tobit,
quien adoraba a Dios y se preocupaba por el prójimo incluso cuando su vida
estaba en riesgo.
Agobiado
por las pruebas y el peso de su ceguera, Tobit ruega a Dios por su muerte y
mientras envía a su hijo Tobías a la región de la Media a recaudar una gran
suma de dinero. En Media, Sara, una joven mujer, al mismo tiempo reza también
por su muerte porque había estado casada siete veces y en cada oportunidad el
demonio mataba a su marido en la noche de la boda.
Dios
envió al arcángel Rafael para que acompañara a Tobías, hijo de Tobit, en su
viaje hacia Media. Tobías llegó con éxito a su destino, donde conoce a Sara y
se casa con ella sin ocurrirle ninguna desgracia. Consigue el dinero que debía
recoger y, a su regreso, Tobit sana de su ceguera al aplicarse el remedio que
Rafael le había dado a Tobías para tal fin.
La
finalidad de esta historia es la de mostrar que los buenos judíos debían ser
fieles a las leyes y tradiciones de sus antepasados. Por esto motivo Tobías
ejemplifica las virtudes de reverencia a Dios, devoción a la adoración en el
Templo, amor a la familia, caridad, oración, limosna y ayuno.
Las
instrucciones dadas por Tobías y por Rafael están verdaderamente dirigidas a
todos aquéllos que leen el libro. Al establecer un marco histórico, los
personajes adquieren un carisma e interés especiales. Incluso hoy en día
podemos enriquecernos con los hermosos ideales ejemplificados en sus actores y
en sus diálogos en este libro.
Las
instrucciones que Tobit le da a su hijo Tobías para prepararle para el viaje a
Media, pueden considerarse también como indicaciones que preparan al lector
para el viaje de su vida.
Judith.
En esta
historia, Nabucodonosor, presentado como rey de Asiria aunque en realidad lo
era de Babilonia, envía a su general Holofernes para que dirija un ejército de
132.000 soldados a que ataquen Judá. Estos enemigos representan todas las
fuerzas hostiles al pueblo de Dios y sitian a los judíos en Betulia, una ciudad
imaginaria ubicada al norte de Jerusalén.
Cuando
parece no haber más esperanza, Judith, cuyo nombre significa “la judía”, entra
en el campamento enemigo, seduce con su belleza a Holofernes, le emborracha en
un banquete privado celebrado en su carpa y, finalmente, Judith le corta la
cabeza. El ejército de Holofernes se aterra cuando descubre el cuerpo degollado
de su líder y huyen bajo la persecución de los judíos.
Esta
historia fue escrita muy probablemente a principios del período Macabeo con el
fin de dar esperanzas a los judíos que estaban siendo perseguidos por la
dinastía seléucida. La lección de esta historia es la que Dios puede dar fieles
creyentes aún en el peor de los tiempos, siempre y cuando depositen toda su
confianza en el poder de Dios, y si además observan la ley. Quienes leen en la
actualidad este libro aún pueden beneficiarse de la insistencia en depositar
nuestra fe en Dios.
Ya
desde el inicio se observa cómo Judith alienta a la gente a ser fiel a la ley y
a reconocer el poder de Dios, quien libera al oprimido. La victoria de Judith
es el premio a su oración y a su observancia escrupulosa de las normas de
pureza legal. A pesar de ello, la perspectiva del libro es universalista: la
salvación de Jerusalén queda asegurada en la imaginaria Betulia, aquella
Samaria odiosa para los ortodoxos del judaísmo rígido.
Finalmente
Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto por medio de sus
profecías, a pesar de ser un mercenario amonita, quien después se convirtió al
Dios verdadero.
Este
libro, que lleva el nombre de su heroína, es mejor comprendido como un
melodrama diseñado para dar al pueblo judío una oportunidad para poder celebrar
su supervivencia a lo largo de los años. El autor, un judío desconocido, cuanta
la historia de Ester como un motivo para la Fiesta de Purim, la celebración de
la supervivencia del pueblo judío y el cuidado providencial de Dios sobre su
pueblo.
La
narración hace ver claramente la hostilidad de que eran objeto los judíos en el
mundo antiguo a causa de la singularidad de su vida y tradiciones, siendo su
nacionalismo exacerbado una reacción de defensa.
La
historia se ubica en tiempos del rey Asuero de Persia (485 al 464 a.C.), quien
repudia a la reina Vastí y en su lugar elije a la bella judía Ester. Mardoqueo,
un judío devoto y tío de Ester, aborrece al perverso Amán, un alto funcionario
de Asuero, quien conspira para que tanto Mardoqueo como todos los judíos del
imperio sean ejecutados en un solo día. El complot es desbaratado cuando Esther
intercede por su pueblo ante Asuero, y Amán es ahorcado en la misma horca que
había hecho preparar para Mardoqueo. Este es elevado al puesto dejado vacante
por Amán, y se autoriza a los judíos a que aniquilen a 75.000 de sus enemigos,
sin que con ello hurten sus bienes.
A
simple vista la historia no parece guardar ninguna relación con los mandatos
divinos, pero es sólo eso; una historia, Esto ha sido motivo de fiesta para
muchos judíos en la primavera de la Fiesta de Purim, una ocasión para la
rebeldía y la dramatización de la historia de Esther, con ovación para
Mardoqueo y abucheo para Amán. Es una fiesta más popular que religiosa.
Bajo el
punto de vista cristiano podemos leer el libro de Esther como un recordatorio
de la protección que recibimos constantemente de Dios, y ver la historia como
un presagio de la victoria final de Jesús sobre el mal.
Conclusión.
Al estudiar
los libros didácticos del Antiguo Testamento, muchas personas se desalientan
por lo que leen. En estos libros se encuentran cada uno de los posibles
pecados, cada una de las debilidades humanas, cada una de las tragedias, y cada
uno de los fracasos. Seguramente los lectores esperaban encontrar más veracidad
y belleza en la historia del encuentro de Dios con la humanidad.
Pero el
Antiguo Testamento lo cuenta tal cual es. Presenta la verdad y la belleza que
emanan del amor creativo y de la fidelidad eterna de Dios en las respuestas de
grandes creyentes como Tobías, Ruth o Esther. Sin embargo no presenta un
retrato retocado, sino que muestra que la humanidad sin Dios es proclive al
desastre y a la decadencia. Estos libros demuestran nuestra necesidad de
salvación, y que ésta debe venir siempre de Dios.
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