lunes, 24 de junio de 2013

¿Será Dios un cerezo?


"Aquellos aldeanos, que encontraron el solitario cerezo, se atiborraban de sus excepcionales frutos. Eran unas cerezas granates, lustrosas y enormes. Aquellas gentes sencillas no solo disfrutaban de tan gratuito alimento, sino que aprovechaban la enorme sombra y la fortaleza del tronco para descansar.

La sorpresa surgió cuando se dieron cuenta que aquel enorme frutal florecía y fructificaba continuamente. No había razón para guardar el secreto. Había cerezas para todos los que quisieran cogerlas. Así que cada vez fueron más los lugareños que acudían a alimentarse de aquel asombroso árbol.