El miércoles 2 de abril de 2014.
Para celebrar este acontecimiento tan esperado por la Iglesia en Brasil, el
cardenal Odilo Scherer pidió a los sacerdotes de la Arquidiócesis de Sao
Paulo que tocaran las campanas de sus iglesias en señal de júbilo, y lo
hicieran a partir de las 14 horas durante 5 minutos. Mientras suenan las
campanadas, en la catedral de la Sé y en el patio del colegio, donde el padre
Anchieta fundó la actual ciudad metrópoli de Sao Paulo, junto con otros
compañeros, se expondrían dos grandes pancartas con la imagen del nuevo santo.
Esa misma tarde, el purpurado brasileño presidiría dos celebraciones
eucarísticas de acción de gracias en la catedral de la Sé y en el colegio, a las 18 y a las 19,30 horas, respectivamente.
En este país, llevan el nombre del padre Anchieta dos poblaciones, la
principal avenida que atraviesa Sao Paulo, calles, hospitales, centros
escolares, instituciones benéficas y culturales, etc. En varias plazas existen
estatuas en su honor. Y aún hoy se conservan la escuela y la iglesia que
construyó en Sao Paulo.
También hubo un repique general de campanas en todos los templos de la
diócesis de Tenerife-La Laguna (España), la tierra que vio nacer al
misionero.
Además, la Iglesia romana de San Ignacio acogerá el próximo 24 de abril, a
las 18 horas, la Misa de acción de gracias por la canonización del padre
Anchieta. El Santo Padre presidirá esta solemne eucaristía en la que estará
presente el obispo nivariense, monseñor Bernardo Álvarez.
José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534 en San Cristóbal de la
Laguna, en la isla de Tenerife (España). Su padre, Juan de Anchieta, era un
vasco originario de Urrestilla, Azpeitia, tierra de san Ignacio de Loyola, con
cuya familia estaba emparentado. Su madre, Mencía Díaz de Clavijo, era natural
de Las Palmas y descendiente de la nobleza canaria.
En 1548 José de Anchieta y su hermano partieron hacia Portugal para
estudiar en la Universidad de Coímbra, regentada por la Compañía de Jesús y una
de las más prestigiosas de la época. En 1550, el padre Simón Rodrígues SJ,
provincial de Portugal y uno de los primeros compañeros de san Ignacio, lo
admitió en la Compañía de Jesús. Anchieta, animado por la lectura de las Cartas
que enviaba Francisco Javier desde la India, deseaba ser misionero.
Misionero en Brasil.
Terminó el noviciado a los 19 años y, a pesar de sus problemas de salud,
fue destinado a las misiones de Brasil. El 13 de julio de 1553 llegó al puerto
de Bahía. Así comenzó su vida apostólica, extraordinaria e intensa, que
desarrolló en gran parte junto al padre Manuel de Nóbrega SJ, provincial del
Brasil, con quién compartió una profunda amistad.
Su primer destino fue la Capitanía de San Vicente, donde vivían la mayor
parte de los jesuitas de Brasil. Camino de San Vicente José vivió una de sus
primeras aventuras. La embarcación en la que viajaba sufrió daños y tuvo que
refugiarse en la costa. Establecieron contacto con los indígenas y, mientras
duró la reparación de la nave, el joven jesuita aprovechó para aprender la
lengua tupí. Aquellos días de obligada parada, mientras se acostumbraba a comer
los productos del lugar, puso todas sus habilidades a disposición del
aprendizaje de la lengua y las costumbres de los pobladores indígenas, algo que
resultó ser fundamental para toda su labor en Brasil.
El 25 de enero de 1554 formó parte del grupo de portugueses que en
Piratininga fundaron la actual ciudad metrópoli de Sao Paulo. Allí José de
Anchieta construyó una maloca, una casa tradicional comunitaria
destinada a ser centro misionero, que se convirtió en lugar de atención y
asentamiento para los indígenas. Se les ofrecía instrucción en carpintería y
artesanía, y los pequeños aprendían a leer y escribir. Por su parte, Anchieta
aprendió de los indígenas técnicas curanderas, botánica y las propiedades de
las plantas, que empezó a utilizar tanto para uso medicinal como para obtener
fibras para fabricar alpargatas y piezas artesanales. También animó la
construcción de casas de barro y ladrillo.
Rápidamente llegó a dominar la lengua indígena. Preparó la primera
gramática de la lengua tupí, que sirvió para el aprendizaje de la misma por
parte de sus compañeros y que constituyó una gran aportación, con la que se
convirtió en “misionero de misioneros”. Anchieta fue también poeta y
dramaturgo, y escribió en latín, español, portugués y tupí. Se le atribuye
también la creación y traducción de tres catecismos y otras obras sobre la
realidad del país y de los pueblos indígenas. La Academia Brasileña de
Letras y el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño le consideran entre las
grandes figuras de la cultura de Brasil.
Mediador por la paz.
En abril de 1563 emprendió, junto al provincial jesuita Manuel de Nóbrega,
una expedición para preservar la paz con la federación de los indios tamoios. Nóbrega
y Anchieta se internaron en terreno indio y se presentaron en Iperui, donde
vivía el principal cacique tamoio: Caoquira. Lo vivido por los dos
compañeros jesuitas en aquel tiempo entre los tamoios supuso toda
una historia llena de esfuerzos de diálogo, peligros y amenazas, aprendizaje y
santidad. Todos los intentos acabaron fracasando, pero Anchieta se llevó de su
tiempo con los tamoios el Poema a la Virgen, escrito sobre la
arena de la playa y memorizado por él mismo, y la admiración y amistad de
algunos de los más importantes caciques. Fue el propio Cuñanbebe, uno de los
más aguerridos jefes indígenas, el que lo devolvió a San Vicente después de
varios meses de cautiverio.
Poco después se desplazó a la bahía de Guanabara donde los franceses,
aliados con los tamoios, se hicieron fuertes contra los
portugueses. Durante las batallas, Anchieta no paraba de atender a heridos de
ambos bandos.
José de Anchieta se convirtió en un defensor de los derechos de los
aborígenes y mestizos, y predicó contra las cacerías de indios y el mercado de
esclavos. En 1566 fue ordenado sacerdote y volvió a Río donde ya se había
fundado la misión de San Sebastián. Allí, junto a Nóbrega, que por entonces era
un anciano, Anchieta fundó un colegio.
En 1577 fue nombrado provincial y, a lo largo de ocho años, recorrió
repetidas veces el país. La atención y auxilio de enfermos y moribundos fue una
de sus grandes preocupaciones. Siendo provincial envió a Paraguay a los
primeros misioneros que formaron el núcleo original de la famosas Reducciones.
Murió el 9 de junio de 1597 en Reritinga, hoy ciudad Anchieta en su honor.
El pueblo y la Iglesia en Brasil lo han considerado siempre como su gran
evangelizador. El 22 de junio de 1980 fue beatificado por Juan Pablo II.
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