jueves, 12 de febrero de 2015

De los ricos en los Evangelios

Uno de los más conocidas (y celebradas) sentencias de Jesús es aquélla que dice es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos, (Mt. 19, 23-24), que ya tuvimos ocasión de comentar ampliamente hace ya algún tiempo (pinche aquí si le interesa saber lo que entonces decíamos). Conocida por la belleza de la comparación que realiza, y conocida y no menos, por la dureza de la afirmación realizada.


Jesús opta por los pobres pero no niega a los ricos la posibilidad de Salvación.

En el Evangelio de Lucas le vemos admonizar a Jesús:
- “Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo” (Lc. 6, 24).
Ahora bien, ¿quiere ello decir que Jesús no se relacionó con ricos, y que algunos de sus amigos no fueron, ellos mismos, ricos?. A lo mejor no tanto.

El Zebedeo.
Para empezar, del Zebedeo, dos de cuyos hijos militarán entre los principales discípulos de Jesús, se dice que tiene jornaleros -“y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él” (Mc. 1, 20)- lo que ya indica una extracción social que no es precisamente la de un pordiosero.


Lázaro.
De Lázaro (pinche aquí si le interesa conocer mejor al personaje), o mejor dicho, de su hermana María, se dice que tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos (Jn. 12, 3), tan caro que según se dice, “al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: ‘¿Para qué este despilfarro?’”, lo que nos sitúa una vez más ante una familia, la de María y Lázaro, de cierta capacidad adquisitiva, como así lo recoge, por cierto la tradición.

Nicodemo.
Un producto no menos caro, mirra y áloe, y nada menos que cien libras, vemos manejar a otro de los buenos amigos de Jesús, Nicodemo, que lo pone a disposición para el enterramiento de Jesús: “Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente había ido a verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras” (Jn. 19, 39).

José de Arimatea.
De José de Arimatea, que provee el que será el sepulcro de Jesús, dice Mateo: “Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús” (Mt. 27, 57).

Publicanos.
Si bien es verdad que de ellos dice Jesús no necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, no menos cierto es que a Jesús le reprochan sus contemporáneos precisamente que “come con los publicanos” (Mc. 2, 16), recaudadores de impuestos a los que cabe imaginar algo más que una potente capacidad adquisitiva. Precisamente un publicano es incluso uno de los apóstoles: “Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví [llamado Mateo en el evangelio de Lucas], el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: ‘Sígueme’. Él se levantó y le siguió” (Mc. 2, 13).

Algunos jefes.
Y no sólo con publicanos… ¡sino con sus jefes!. De Zaqueo dice el Evangelio de Lucas, que es quién lo presenta: “Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico” (Lc. 19, 2). Zaqueo no necesita ni invitar a Jesús a comer para que éste le diga: “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa” (Lc. 19, 5).

Algunas discípulas.
Por último, incluso entre las mujeres discípulos citadas en el Evangelio, Lucas nombra específicamente a “Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes” (Lc. 8, 3), a la que cabe suponer no ya bienes, sino incluso una probable fortuna. Por cierto que entre las mujeres que seguían a Jesús, y siempre según Lucas, iban también “otras muchas que les servían con sus bienes” (Lc. 8, 3).

Conclusiones.

  1. La Salvación de Dios es PARA TODO SER HUMANO y Jesús no se muestra esquivo ante nadie, antes bien acoge a todos y a todos ofrece esa Salvación.
  2. Sin embargo unos le acogen y otros no y, en ello, tampoco hay distinción según pobreza o riqueza material: hay ricos que se convierten y deciden seguirle y los hay que no; hay gente sencilla y humilde que le conocieron y muy probablemente no le siguieron y otros muchos sí.
  3. Lo que sí es obvio -y por ello Jesús lo advierte con tanta rotundidad- es que a menudo las riquezas materiales más que un beneficio son una dificultad, no por ellas mismas sino por la actitud de la persona que vive apegada a esas riquezas y las antepone al mandamiento del AMOR que es propio de quienes se sienten hijos de Dios y por lo tanto hermanos de todo ser humano.
  4. También está claro que "quien decide seguir a Jesús, viviendo la fraternidad humana, la de los hijos de Dios, según el modelo de Jesús... más pronto que tarde acabará por desprenderse de todas sus riquezas materiales" adoptando con ellas una actitud de desprendimiento aunque pueda seguir administrándolas; no en actitud de posesión de las mismas sino en la de disponibilidad de todo para el bien común.

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